Hay algo en la voz femenina que parece tener un lugar predilecto en el corazón de la música electrónica. Desde los primeros días del house y el trip hop hasta los himnos del trance o los pasajes más introspectivos del ambient, las voces de mujeres son mucho más que un recurso sonoro: fueron el alma de incontables tracks. A veces etéreas, otras viscerales, otras tan íntimas que parece que te susurran al oído, estas voces ayudaron a definir el pulso emocional del género.

El susurro que se convirtió en historia
No hace falta retroceder demasiado para recordar el impacto de Tracey Thorn en “Missing” de Everything But The Girl (Todd Terry Remix, 1995). Un track que cambió el curso del pop electrónico en los 90, con una línea vocal melancólica que, remixada con maestría, se convirtió en un hit global. Thorn logró lo que muy pocas voces lograron: sonar desgarrada y bailable al mismo tiempo.
Otro caso es el de Beth Gibbons, la voz de Portishead. Si bien el trip hop no siempre es encasillado dentro de la música electrónica de pista, su estética, cargada de samples y producción digital, fue un pilar del downtempo de los 90. Tracks como “Roads” o “Glory Box” muestran cómo una voz puede ser tan potente como un sintetizador ardiendo en reverb.

La diva del house y el alma del trance
En el house, la figura de Robin S. con “Show Me Love” (1993) es emblemática. Esa línea vocal sampleada y replicada en decenas de tracks es ya parte del ADN de la pista de baile. Lo mismo puede decirse de Crystal Waters, con “Gypsy Woman”, cuya voz marcó una época en la que el house comenzaba a conquistar el mainstream sin perder su esencia clubber.
En el trance, el aporte de Justine Suissa (OceanLab, Above & Beyond) fue crucial. Su tono angelical sobre estructuras melódicas y breaks emocionales llevó el género hacia una dimensión más cinematográfica. “Satellite” y “On a Good Day” son ejemplos donde la voz se convierte en un mantra luminoso.

El susurro íntimo y la voz experimental
Romy Madley Croft, de The xx, fue una de las representantes de una nueva sensibilidad en la electrónica. Aunque su banda se mueve entre el indie y lo electrónico, su tono contenido, casi tímido, fue sampleado, remixado y reinterpretado en múltiples contextos. Es la muestra de que no hace falta potencia para transmitir profundidad.

Y si hablamos de exploración vocal, Björk merece un capítulo aparte. Aunque difícil de encasillar, su trabajo en discos como Homogenic (1997) y Vespertine (2001) está íntimamente ligado a la electrónica de vanguardia. Trabajando con productores como Mark Bell o Matmos, su voz fue manipulada, duplicada, fragmentada y expandida, convirtiéndose en un instrumento más dentro de la arquitectura sonora.

El legado vocal en la pista
No podemos dejar de mencionar las voces anónimas que habitan los tracks de deep house, garage, dub techno o minimal. Muchas veces sampleadas de forma fragmentaria, las voces femeninas sirven para humanizar lo mecánico, para dar calidez al loop, para sugerir una historia sin contarla del todo. Ese “ooh”, ese “baby”, ese “don’t go” que se repite como un mantra en una pista de baile a las 4 a.m. puede ser tan poderoso como cualquier drop.
En tiempos donde los sintetizadores y los algoritmos generan nuevas formas de sonido, la voz femenina sigue siendo un ancla emocional. Nos recuerda que, en el corazón de cada beat, late algo profundamente humano.
Susurran, gritan, acarician. Las voces femeninas que le dieron alma a la electrónica están todas acá. Subí el volumen, bajá la guardia: