En distintos contextos clínicos —desde terapias para personas con autismo hasta unidades de cuidados intensivos— la música está mostrando un potencial terapéutico que va mucho más allá del entretenimiento. La evidencia científica reciente sostiene que, aplicada de manera profesional y dentro de un marco clínico, puede mejorar la comunicación, reducir el estrés y contribuir al bienestar emocional de pacientes con necesidades complejas.

Musicoterapia y autismo: una herramienta clínica en expansión
Fundación ConecTEA trabaja desde hace años con programas de musicoterapia orientados a mejorar áreas centrales del Trastorno del Espectro Autista (TEA), como la interacción social, la comunicación verbal y no verbal, la conducta y la reciprocidad socioemocional. La evidencia indica que los canales musicales suelen mantenerse intactos incluso en personas con alteraciones cognitivas, lo que convierte al sonido en un recurso especialmente eficaz para intervenir donde el lenguaje presenta limitaciones.
La American Music Therapy Association (AMTA) define la musicoterapia como una intervención clínica basada en evidencia, diseñada y aplicada por profesionales acreditados. No se trata de clases de música, talleres recreativos ni actividades pedagógicas: es una práctica terapéutica con objetivos definidos, seguimiento continuo y metodología específica.

Los musicoterapeutas evalúan el bienestar emocional, el funcionamiento social, las habilidades de comunicación y las respuestas cognitivas a través del sonido. Diseñan sesiones personalizadas, ajustan objetivos y participan en tratamientos interdisciplinarios. Según la doctora Teresa Fernández de Juan, una de las especialistas más referenciadas en el área, uno de los mayores aportes de la musicoterapia en TEA es su capacidad para generar nuevas formas de interacción cuando la comunicación verbal es limitada, además de favorecer progresos en lo cognitivo, lo social y lo afectivo.
Evidencia en cuidados críticos: el caso de la UCI madrileña
El potencial terapéutico de la música también está siendo estudiado en entornos extremos, como las Unidades de Cuidados Intensivos. Un trabajo reciente de enfermeras investigadoras de la Universidad Europea de Madrid y la Universidad Nebrija, publicado en la revista Nursing in Critical Care, documentó los efectos de sesiones de musicoterapia personalizadas en pacientes en estado crítico.

Durante las sesiones —de aproximadamente 20 minutos y dirigidas por un musicoterapeuta profesional— se seleccionaba música acorde a los gustos personales del paciente, información obtenida a través de familiares y del equipo sanitario. La intervención se aplicó incluso durante procedimientos invasivos, permitiendo medir su impacto en situaciones de alto estrés físico y emocional.
Del análisis cualitativo surgieron tres conclusiones principales:
1. Humanización del entorno hospitalario.
Los pacientes señalaron que la música funcionó como un elemento de acompañamiento en un ambiente que suele ser percibido como impersonal y hostil. En varios casos, sugirieron incorporar esta práctica en otras áreas del hospital.
2. Reducción del estrés y mejora del bienestar emocional.
Los testimonios mostraron relajación, disminución de la ansiedad, alivio del malestar físico e incluso la posibilidad de conciliar el sueño en personas que no habían podido descansar en días.
3. Apoyo a la recuperación.
La música funcionó como un estímulo afectivo y biográfico: evocó recuerdos, generó respuestas emocionales positivas y aumentó la motivación para afrontar la enfermedad.

Aunque la musicoterapia no reemplaza ningún tratamiento médico, las autoras del estudio destacan que se trata de un complemento de alto valor en cuidados críticos. Sus resultados se alinean con iniciativas de humanización como el Proyecto HU-CI y con recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre atención centrada en la persona.
El rol del personal de enfermería fue clave: su proximidad al paciente permite identificar momentos adecuados para la intervención y facilitar su integración dentro del plan general de cuidados.
Un recurso clínico en crecimiento
Los avances en contextos tan distintos como el autismo y las unidades de cuidados intensivos apuntan a una misma dirección: la música, aplicada de manera profesional, puede mejorar la experiencia terapéutica y potenciar resultados clínicos. Desde el acompañamiento emocional hasta el apoyo en procedimientos de alta demanda física, su impacto ya no se limita a lo subjetivo sino que está siendo documentado en publicaciones científicas y equipos multidisciplinarios.

En un escenario donde la salud mental, la comunicación y el bienestar emocional ocupan un lugar central, la musicoterapia se posiciona como una herramienta que amplifica las posibilidades de intervención en pacientes con necesidades complejas, tanto en entornos educativos y familiares como en los hospitales más exigentes.