En una cultura que muchas veces consume el presente como si no tuviera pasado —y teme al futuro si no es hype—, la segunda edición de Recess marca una excepción lúcida. La inclusión de Carlos Alfonsín, Darío Arcas, Mike Ares y Farizano en su grilla no es solo una decisión curatorial: es un gesto político, consciente o no, que pone sobre la mesa una conversación pendiente sobre legado, continuidad y renovación dentro de la escena electrónica argentina.

No es la primera vez que Recess apunta en esa dirección. En su edición inaugural, ya había convocado a Diego Ro-K, uno de los arquitectos fundamentales del techno local y figura central de la transición entre el underground de los noventa y la profesionalización de la escena. Con esta continuidad, la productora afirma una identidad clara: honrar a quienes cimentaron esta cultura y ofrecerles un lugar de vigencia activa, no como nostalgia, sino como faro. En un contexto donde lo nuevo suele significar lo joven y lo viejo se desecha sin revisión, Recess propone algo distinto: hacer presente a la historia sin volverla museo.
Carlos Alfonsín: el origen como gesto estético
A Carlos Alfonsín no se lo invita a tocar para agitar una pista; se lo convoca como quien convoca a un archivo vivo, a un ojo sensible y musical que supo estar décadas antes de que las palabras “DJ” y “cultura” compartieran una misma oración. Lo que Alfonsín representa va más allá de un estilo. Su sonido —un híbrido entre house, ambient, jazz y texturas cinemáticas— refleja una concepción de la música electrónica como acto artístico integral, donde el selector también es un editor de clima, contexto y narrativa.

En tiempos donde abundan los “discos funcionales” y los sets diseñados para algoritmos, Alfonsín sigue creyendo en el riesgo. Su forma de poner música —con vinilos, rarezas, silencios y pasajes que rozan lo espiritual— no busca gustar sino decir. Escucharlo es, en parte, recuperar la sensación de que el DJ puede ser más un autor que un curador de BPMs. Y también, preguntarse: ¿qué perdimos en el camino?
Darío Arcas: la resistencia es una forma de creación
En el extremo opuesto del mapa —geográfico y simbólico— está Darío Arcas, referente indiscutido de la escena del sur argentino. Su historia es la de la autogestión, el esfuerzo y la militancia musical en un contexto adverso. Con más de 30 años de carrera, cuatro Creamfields en el lomo, un programa radial icónico y ciclos como Follow the Beat, Arcas encarna la figura del DJ como trabajador cultural. Su relato —de tocar con walkmans a editar en Sudbeat— no romantiza el pasado, pero sí lo honra: para él, pinchar música nunca fue un hobby de fin de semana sino un compromiso existencial.

En entrevista reciente, Arcas dijo: “Antes, el DJ valía menos que el que limpiaba el baño. Hoy es cool. Pero el del baño, al menos, era imprescindible”. La frase no es una queja; es una radiografía aguda de cómo el mercado digirió a la figura del DJ, vaciándola muchas veces de contenido o profundidad. Arcas sigue creyendo que hay que aprender a mezclar, que no todo es branding, y que la pista —cuando vibra en serio— todavía puede ser un espacio de comunión.
Farizano: una nueva sensibilidad busca su forma
Entre la leyenda y la resistencia aparece Farizano, DJ neuquino formado en Buenos Aires, que representa un cambio generacional interesante. Lejos del purismo de estilos, su propuesta es mestiza: afro house, melodic, indie dance, disco. Su forma de entender la pista combina sensibilidad bailable con una mirada estética más amplia, casi performática. Hay en sus sets un deseo por narrar, por acompañar emocionalmente el viaje del público sin forzar grandes drops ni clímax prefabricados.

Farizano no viene del under duro ni de la cabina consagrada. Se formó en los márgenes del centro, y en su modo de habitar el rol del DJ se nota una búsqueda todavía fresca, intuitiva, que escapa del cinismo o la pose. En sus eventos —como Cuántica o Follow the Sun— se percibe un intento por crear comunidad más allá del sonido: generar pertenencia, escucha, abrazo. Su inclusión en Recess habla de una generación que, sin necesidad de romper con el pasado, se anima a dialogar con él.
Una escena que puede pensarse a sí misma
La decisión de reunir a estos artistas en una misma fecha no debería pasar desapercibida. No es habitual ver conviviendo en un line up a un pionero que musicalizaba con diapositivas intervenidas en los años 80, a un DJ radial que hizo escuela en el sur profundo, y a un selector joven que empieza a trazar su identidad entre loops y ritmos tribales.
En esa fricción entre épocas, sensibilidades y geografías aparece una oportunidad: preguntarnos qué tipo de escena queremos construir. Una que consuma rápido y olvide, o una que reconozca sus raíces, valore a sus luchadores, y escuche a los que vienen con preguntas nuevas.
Recess no resuelve esta tensión, pero la hace visible. Y solo por eso, ya es un aporte. Porque la música electrónica, cuando se toma en serio, puede ser algo más que entretenimiento: puede ser memoria, crítica y posibilidad.
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