La próxima cita será este sábado 11 de octubre en La Nonnina (Independencia 428), en pleno centro de Neuquén. El evento comenzará con un open air en la terraza —de 21 a 00 horas— con pizza libre y los sets de GUUS M, SAMOS & KENY G. Luego, el formato mutará hacia un estilo Boiler Room, con los DJs en el centro del espacio: FRANCO & LUCCA (00 a 2 hs), RIKI (2 a 4 hs) y JUAN PRADO B2B TOMI BELLOSO (4 hs al cierre). Además, habrá intervenciones visuales, arte manual en vivo, fotografía y otras manifestaciones artísticas que expanden el concepto del evento más allá del dancefloor.

En el entramado creciente de productoras del Alto Valle, Pandora emerge como una de las más interesantes apariciones recientes. Lejos de buscar impacto inmediato o validación en los códigos tradicionales de la noche, su propuesta se despliega como una experiencia sensorial, íntima y estética, donde la música electrónica convive con lo visual, lo poético y lo humano.
Desde su concepción, Pandora se piensa como una búsqueda más que como una marca. “Pandora es una búsqueda en movimiento. No pretendemos fijar una identidad, sino explorar las mutaciones de lo que somos —sobre todo interiormente— cuando habitamos estos espacios y compartimos energía con otrxs ahí”. Esa idea de constante transformación recorre toda la filosofía de la productora: no hay un formato rígido, sino un terreno en el que la sensibilidad ocupa el lugar del espectáculo.

En un contexto donde lo visual suele imponerse como forma de impacto, Pandora invierte la ecuación. “Nos pensamos desde la sutileza. Nos interesa que el público sienta que está dentro de una atmósfera, no solo en una fiesta. La estética dialoga con la música: minimalismo, luz, textura, espacio. Lo que diferencia a Pandora no es la exageración, sino la intención detrás de cada detalle”. El resultado es una curaduría que se aleja del exceso y se aproxima a lo contemplativo, donde cada decisión —del diseño lumínico a la disposición del sonido— busca abrir un espacio de conexión más que de estímulo.
Su lema, “A veces, al intentar crear algo hermoso, dejamos escapar lo incontrolable”, sintetiza gran parte de ese espíritu. “Esa frase habla de aceptar lo imprevisible como parte del proceso creativo. Por más planificación estética o técnica que haya, es un rubro donde todo puede pasar… y nos gusta celebrar eso: el descontrol como forma de belleza”. La imprevisibilidad se vuelve así una aliada de la expresión, un elemento poético que diferencia a Pandora de las estructuras más previsibles del circuito.

El futuro de Pandora parece moverse con la misma fluidez con la que se desarrolla cada noche. “A corto plazo queremos seguir profundizando en la curaduría y consolidar una comunidad alrededor de la experiencia Pandora. En el mediano, abrir el formato a colaboraciones con artistas visuales, performers y diseñadores sonoros. Y a largo plazo, que Pandora trascienda la idea de evento: que sea una plataforma para explorar nuevas formas de arte electrónico, con residencias, encuentros y proyectos interdisciplinarios… Pero tiempo al tiempo”, adelantan.
Aunque el proyecto aún está en una etapa de crecimiento, su origen no responde a una ambición de mercado, sino a una necesidad íntima. “Durante mucho tiempo produjimos desde otros lenguajes y estilos, pero había en nosotrxs una curiosidad por explorar desde un lugar más profundo, más sensible y más artístico. Pandora es la forma que encontró esa búsqueda interior para tomar cuerpo”.
En tiempos donde la masividad y la sobreproducción parecen marcar la agenda, Pandora apuesta por lo opuesto: un retorno a lo esencial, al detalle, al vínculo entre lo sonoro y lo emocional. Desde la Patagonia, una nueva generación de creadorxs empieza a entender que lo electrónico también puede ser un acto de sensibilidad.