Zero 7 – Simple Things (2001): la banda sonora de una generación que bajó la velocidad

Zero 7 – Simple Things (2001): la banda sonora de una generación que bajó la velocidad

Publicado un 23 de abril de 2001, Simple Things, el álbum debut del dúo británico Zero 7, llegó como una caricia sonora en plena era del post-trip hop. En un momento donde la electrónica coqueteaba con la pista de baile más que con el sofá, Henry Binns y Sam Hardaker ofrecieron exactamente lo que su título prometía: cosas simples, sí, pero orquestadas con una sutileza emocional que sigue resonando más de dos décadas después.

Categorizar este disco solo como downtempo sería subestimarlo. Simple Things es una obra que entrelaza soul, ambient, jazz y electrónica con una fineza de estudio que remite a los grandes productores de los años setenta. Lo que Air hizo en Francia con Moon Safari, Zero 7 lo tradujo al inglés urbano y melancólico. Pero mientras los franceses miraban al espacio, los británicos estaban más interesados en el alma.

Henry Binns y Sam Hardaker, ese dúo llamado Zero 7

Las voces invitadas son claves para ese efecto. Sia Furler, antes de ser un fenómeno global, deslumbra en “Destiny” y “Distractions” con una voz rota y frágil que encaja perfecto en la intimidad del beat. Mozez aporta un soul contenido y elegante, especialmente en “This World” y “Simple Things”, como si Curtis Mayfield se hubiera rendido a la electrónica suave.

Sia Furler con Zero 7, antes de la bicoloración y el éxito mundial

Pero es Sophie Barker quien aporta una de las performances más delicadas y emocionales del disco. Su interpretación en “In the Waiting Line” es etérea y melancólica, casi hipnótica. Barker no busca brillar, sino disolverse en la atmósfera. Esa contención es lo que hace que su voz se quede dando vueltas mucho después de que el tema termina. También deja su marca en “Spinning” y “Destiny”, donde dialoga con Sia sin competir, sumando matices y profundidad.

Sophie Barker

El álbum suena como si estuviera diseñado para escucharse entero, sin interrupciones. No hay relleno. No hay urgencia. Es un disco que respira. En plena fiebre de los dosmiles, donde el big beat y la electrónica más agresiva copaban festivales, Simple Things fue una declaración estética y política: bajar el tempo también podía ser una forma de resistencia.

Hoy, a 24 años de su lanzamiento, se mantiene vigente. No solo como un clásico del chillout –una etiqueta que le queda chica–, sino como un álbum que entendió mejor que nadie la idea de “música para sentir”. Y eso, incluso en plena era del algoritmo, sigue siendo revolucionario.

La Patagonia suena.
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